EL
ÁNIMA DEL CALLEJÓN DE GUAN
Hace
mucho tiempo, en Tamarindo, los agricultores que tenían sus parcelas en una
zona conocida como «Guan», tenían mucho miedo de hacerse tarde en sus sembríos,
pues para llegar a dicha zona debían cruzar un callejón formado por una fila de
árboles, a ambos lados del camino, en cuyo centro existía una enorme planta de
tamarindo.
Tanto era el miedo que cundía entre los campesinos
lugareños que nadie se atrevía a indagar más sobre dicha animita; pero, resulta
que en el pueblo vivía también un chacarero borrachito y mujeriego conocido
como «El Mocho Robert», en alusión a que le faltaba un dedo en la mano izquierda.
Este campesino tenía sus tierras en otra área cercana al pueblo, por lo cual no
tenía que cruzar el famoso callejón de Guan; pero a sus oídos llegaron los
rumores del animita en pena que se aparecía en dicho callejón. Un día, cuando
se encontraba con sus amigos disfrutando de una botella de salta pa’trás, en la
cantina conocida como «La Cámara de Gas», hace una apuesta con sus amigos de
parranda, diciéndoles que si le daban una botella del mejor aguardiente durante
un mes, él descubriría dicho misterio, que él no le tenía miedo a nada ni a
nadie.
Así el Mocho Robert,
antes de partir a cumplir su apuesta de descifrar el misterio del animita de
Guan, de un solo sorbo se tomó media botella de salta pa’trás; para darse valor
cogió fuertemente su machete cañero y asegurándose el sombrero partió. Sus
amigos decían entre dientes: «Es un poco loco, pero de valor y de arranque, que
Dios lo cuide y que el Santo Papita y Santito Domingo lo guíen y cuiden» y se
sentaron a esperar pacientemente en una ronda de va y viene la botella del
calientito para el frío.
Daban ya casi las
diez de la noche cuando a lo lejos, con la luz de la luna, se divisaba una
silueta que se acercaba; pero entre ellos comentaban: «No es el Mocho, pues no
trae sombrero», pero ya cuando estaba muy cerca los saludó y efectivamente era
el mismo Mocho Robert, quien se sentó con ellos y muy orondo se sirvió un buen
trago de aguardiente diciéndoles:
—Amigos míos, les
contaré lo que sucedió en el callejón —de inmediato puso en medio de la ronda
la famosa pañoleta blanca que le habían encargado recoger.
EL más empeñoso de
sus amigos le preguntó por su sombrero y éste les dijo:
—Esperen, pues, que
yo les cuente, no se desesperen... —y comenzó a
decir—: Caminaba muy tranquilo por el callejón y cuando alcancé a ver el árbol
de tamarindo, me puse a rezar y a pedirle a toditos los Santos que me den
valor. Y me fui acercando, poco a poco, sintiendo cómo el miedo me hacía erizar
la piel, sintiendo muy pesados mis pies, ¡de pronto!, alcé la mirada a la copa del árbol
y pude distinguir una figura, una silueta de color blanca, casi humana,
recostada en una gruesa rama, la misma que con voz gruesa y distante me saludó,
como si me conociera de tiempos diciéndome: «¡Hola, Mocho Robert, eres un
campesino honrado, borrachín pero honrado y de valor. Y ya que has tenido la
osadía de saber sobre mi presencia en este callejón, te premiaré» Déjame tu
sombrero y ven mañana muy temprano a recogerlo y donde lo encuentres haz un
hueco, que un regalo para ti habré dejado y, al hacerlo, nunca más a nadie
asustaré... Así que difunde en el pueblo que, a partir de mañana, ya no tengan
miedo de cruzar el callejón por las noches; que, al contrario, velaré para que
sus campos produzcan más...» —y, diciendo esto, de pronto, desapareció, por lo
que tomé la pañoleta blanca y aquí estoy con ustedes, amigos.
Sus amigos para sí
pensaban: «Está delirando» o «Está demasiado borracho y habla por hablan».
Todos se levantaron y se retiraron uno a uno hacia el pueblo.
Eran casi las cinco de la mañana y el Mocho Robert ya
estaba en camino hacia el callejón de Guan, con su machete cañero en una mano y
en la otra su lampa Chirampo. «Voy a buscar mi sombrero» decía para sí. Llegó
junto al tronco y cerca de éste se encontraba su inseparable sombrero. «El
Animita me dijo que hiciera un hueco donde encontrara mi sombrero». Incrédulo,
pero emocionado, empezó a
cavar. Tan concentrado estaba que
un fuerte ruido lo sobresaltó: su lampa había tocado algo metálico; siguió cavando con más ganas hasta
lograr desenterrar un hacha ya sin mango y corroída por el óxido. También
encontró una palana y un machete que se conservaban en buen estado. El Mocho Robert, muy alegre, metió todo en
un saco y enrumbó a su casa pensando para sus adentros «el animita
del callejón fe Guan quería probar el valor
de los campesinos lugareños.»
3 comentarios:
uNA HERMOSA HISTORIA ....Encuentrata tambien en el libro "EL SANTO PAPITA Y OTRAS HISTORIAS POPULARES" de Juan Avila Medina, de distribucion en las diferentes librerias de Piura entre ellas "EL CABALLO ROJO " Av. Sanchez Cerro., Libreria "ALTAMIRA" y "LIBRERIA UNIVERSITARIA" en calle ICA - Centro de Piura, "LIBRERIA CASTILLO" del Anexo Mercado modelo Piura entre otras y pedidos al mail: jumam_69@hotmail.com
El Libro "El Santo Papita y otras Historias populares " Esta incluido en el Plan Lector de la Región Piura, registrado en la Biblioteca Nacional del Perú con N° 13570-2010....
Muy buena la leyenda
Publicar un comentario